Un caso práctico de cómo la empresa puede servir a la sociedad

Stanley Tan - Un caso práctico de cómo la empresa puede servir a la sociedad

El emprendedor e inversor convirtió una niñez dura en una carrera empresarial de gran éxito. Pero siempre conservó los principios de equidad y espíritu comunitario que le fueron inculcados desde muy pequeño.

Al imaginar a un filántropo, la mayoría de las personas tienden a verlo representado por un emprendedor de éxito, mayor de 50 años, que espera devolver algo a la sociedad tras una vida de acumular riqueza. Stanley Tan es radicalmente diferente de la norma. Desde los 35 años ha dado la misma importancia a sus intereses empresariales que al voluntariado, dedicando aproximadamente la mitad de su tiempo a obras benéficas y a la filantropía. Para él, la decisión se basaba siempre en los valores. «Podía haber dejado la vida empresarial a los 35 y centrarme en el voluntariado, porque ya tenía bastante», afirma. «El problema para muchos de nosotros es que no sabemos cuánto es bastante».

El empresario sitúa el origen de estos principios en su niñez. Creció en un kampung, un pueblo, en Singapur en los años sesenta, y su crianza fue dura, en muchos sentidos. «Se comía carne una vez al año y solo se hacía una comida al día», recuerda. «La vida no era fácil». Pero lo que abundaba era un profundo sentido de comunidad. Durante los disturbios raciales de 1964, por ejemplo, los vecinos de su familia, de etnia malaya, aconsejaron al joven Stanley, de etnia china, que se quedara en casa para evitar la violencia que corría por las calles. «Teníamos mucho en común, y no se juzgaba», afirma. «Nos ocupábamos los unos de los otros».

Al mismo tiempo, Singapur, como país, estaba justo al principio de su andadura para convertirse en una de las economías más fuertes del mundo. «Tuvimos la suerte de contar con un gobierno que conducía al país hacia el desarrollo económico, y todos nosotros nos dejábamos guiar por él», afirma Stanley. Mientras crecía, siempre percibía que se le daban oportunidades. «Era un sistema muy incluyente», comenta. «No estaba concebido para que aquellos que tienen acumulen más, y los que no tienen simplemente continúen teniendo menos. Si estabas dispuesto a intentarlo, se te daba la oportunidad».

Él lo intentó y, desde luego, aprovechó esa oportunidad. Durante su etapa de niñez y adolescencia, Stanley trabajó para ganar dinero para él y su familia («nací en esa época en la que el trabajo infantil no constituía un problema», observa lacónicamente). Incluso trabajó como vendedor de periódicos en las calles de Singapur, algo oportuno, podríamos decir, dado que acabó fundando lo que sería una empresa multinacional de medios impresos. Así pues, ya llevaba muchos años de duro trabajo cuando creó su primera empresa con tan solo 20 años.

Tuvimos la suerte de contar con un gobierno que conducía al país hacia el desarrollo económico.

Actualmente, es el fundador y CEO de Sedar Properties, una empresa con sede en Singapur que ha llevado a cabo proyectos urbanísticos por toda Nueva Zelanda; y consejero de Angliss Property Group, que opera en inversión inmobiliaria en Nueva Zelanda y Australia. Ha lanzado y gestionado una serie de diferentes empresas multinacionales en los sectores inmobiliario, de medios de comunicación e impresión. Y, pese a todo ello, Stanley todavía se autodescribe como «un empresario no tanto intencional como circunstancial». Su mayor deseo de joven era, de hecho, hacerse misionero, pero le dijeron que sería imposible debido a su limitada formación. El líder de su iglesia en aquel momento le explicó que su «utilidad radicaría en ganar dinero para dárselo a los misioneros», dice reflexivamente. «Así pues, continué en la empresa». Incluso desde el principio, los motivos de Stanley para hacerse empresario eran más altruistas que en la mayoría de los casos.

Sin embargo, finalmente llegó a darse cuenta de que sus empresas estaban empezando a dominar su vida, o en sus propias palabras, «me di cuenta de que el negocio era mi dueño». Decidió hacer un cambio. «Necesitaba encontrar algo que no me dominara sino que trabajara para mí, si quería servir en el sector sin ánimo de lucro», explica. No tardó mucho en elegir el sector inmobiliario, porque «la realidad es que, si no le prestas atención, te funciona mejor, porque trabaja por sí mismo». Esta quizás sea una simplificación ligeramente premeditada de cómo funciona la inversión inmobiliaria, pero la cuestión de fondo es que él estaba haciendo un cambio desde un sector que precisa de mucha gente y mucho tiempo (el mundo de los medios de comunicación) a una «actividad que requiere poco tiempo y poco personal» (la inmobiliaria).

Stanley dedicó su nuevo tiempo libre al voluntariado y a la labor benéfica. La lista de funciones y cargos que ocupa en el sector sin ánimo de lucro es larga, pero, por nombrar algunos, es el cofundador y expresidente del Asia Philanthropy Circle, una asociación para filántropos de Asia dedicados a potenciar el impacto de sus donaciones; presidente de la Asia Community Foundation, una institución benéfica que facilita las donaciones transfronterizas en el continente, poniendo en contacto a donantes y organizaciones sin ánimo de lucro para promover la donación con sentido; y fue el cofundador y vicepresidente de MILK («Mainly I Love Kids») Fund, una entidad benéfica que atiende las necesidades de los menores de forma holística y trata de cubrir las lagunas en el sector de servicios sociales de Singapur. «Los negocios tienen la finalidad de servir a la comunidad», afirma. «Por eso, me centro principalmente en cómo usar los negocios para servir a la comunidad en la mayor medida posible».

Pese a ello, aunque dedica una gran parte de su tiempo, su energía y su dinero a dar apoyo a las comunidades de Singapur, Stanley se lamenta de la situación actual de la sociedad en la ciudad estado. «El espíritu comunitario aquí ya no es tan fuerte como antes», señala. «Es una gran pérdida para Singapur». Según él, la mayoría de los ciudadanos hoy en día «tienen una definición limitada del éxito, que se determina sobre todo con parámetros económicos». Poca gente se pregunta si esta es realmente la manera acertada de medir el éxito. «Tal vez tengas una cuenta bancaria más grande, pero, ¿qué significa eso?», se pregunta. Según su criterio, todos necesitamos ser mucho más holísticos en nuestra evaluación del bienestar de una sociedad y mucho menos «materialistas»; tenemos que pensar en la satisfacción y la felicidad, no solo en la riqueza, pues esto último, a su parecer, puede llevar con rapidez a un peligroso consumismo.

El espíritu comunitario aquí no es tan fuerte como lo era al principio.

No está contra la acumulación de la riqueza. Pero quiere que se use para el bien común. «Tenemos que asegurarnos de que no haya un colectivo permanentemente pobre, terminar con la idea de que, porque hayas nacido en el seno de una determinada familia, tu vida esté destinada a una eterna pobreza», dice. «Singapur tiene capacidad para impedir que eso ocurra». Stanley se esfuerza por resaltar que existe una gran diferencia entre el empoderamiento y la dependencia, defendiendo no una ayuda estatal sin condiciones, sino un sistema que ayude a aquellos dispuestos a ayudarse a sí mismos. También cree que quienes se centran en limitar la riqueza están enfocando erróneamente el problema: «Creo que la disparidad de las rentas es una cuestión de menor importancia que asegurar que todo el mundo pueda tener una vida digna».

Junto a sus actividades benéficas y filantrópicas, Stanley también es consejero de Rumah Group, su family office, aunque del día a día se ocupa Kathlyn, una de sus hijas, con su marido, Thomas Riber Knudsen. El family office se centra principalmente en inversiones de impacto en el ámbito climático, destinadas a promover un océano más limpio, hacer frente a la sobrepesca y reparar el litoral. También ha invertido en productos alternativos a la carne. «Todos tenemos que mirar a través de la óptica climática, hagamos lo que hagamos», comenta Stanley. «Si no es así, nada más de lo que hagamos contará».

Parecería que esos valores de Stanley, que se le inculcaron durante su crianza en un kampung en los años sesenta, han pasado a la generación siguiente. «Estáis hablando con un padre orgulloso de serlo», afirma, «así que mis comentarios pueden ser sesgados, pero creo que mis hijos han encontrado, ambos, su propia manera de dar». Si hay una lección que espera hayan aprendido de él a lo largo de los años, comenta, es esta: «No hay nada malo en acumular riqueza, pero acumular riqueza sin utilizarla no tiene sentido alguno».

Please confirm your profile
Please confirm your profile to continue
Confirm your selection
By clicking on “Continue”, you acknowledge that you will be redirected to the local website you selected for services available in your region. Please consult the legal notice for detailed local legal requirements applicable to your country. Or you may pursue your current visit by clicking on the “Cancel” button.

Bienvenido/a a Pictet

Parece que está usted aquí: {{CountryName}}. ¿Desea cambiar su ubicación?